Magazine No. 27. Septiembre 2021.

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¿Quién soy para ti? Por Aníbal Santoro

Las relaciones humanas suelen iniciar con una apuesta, a la que sigue una serie de tímidas excusas o mentiras defensivas hasta llegar a un posible estado de mutua franqueza en la que ambas partes coinciden en comenzar a aportar sustancia diferente para cimentar el terreno hacia lo que siga. Así como lo describí, a algunos les parecerá razonable y a otros una simple atrocidad; pero no por ello deja de aproximarse a la verdad dado que la apuesta de la que hablé tiene la función de sustituir a la confianza ausente por obvias razones. Se trata de un proceso en el que dos seres comienzan a conocerse, con la salvedad de que muchas personas llegan a un encuentro con el otro sin siquiera tener certezas sobre la propia identidad. Si en la comunicación se debe considerar el mensaje emitido, el ruido que distorsiona y la calidad del mensaje recibido, al entablar una relación debemos tener en claro que el ruido no está en el ambiente ni en el medio sino en cada uno de los involucrados. La educación ha hecho su trabajo respecto de la institucionalización del individuo proveyéndolo de capas sociales, éticas y civismo, pero eso no es suficiente para entablar una relación creyendo que por haber egresado del proceso formativo inicial (la mayoría de las veces confundido con el acceso a la mayoría de edad legal) lo que uno piensa, necesita, siente o desea debe ser aceptado por el otro; porque es contrario a la tendencia sociocultural el aceptar sin resistencia que se piense de forma contraria.

Con el consciente rescate del Ego que te traigo en estas entregas he venido promoviendo la aparición de varios objetivos; siendo uno de ellos el facilitarte el acceso a oportunidades para que resuelvas conflictos e incluso que llegues a poder evitarlos. Sí, de nuevo el Ego, que no tiene nada que ver con egoísmo. A decir verdad, el mismo vocablo sale a la defensa del Ego porque se arma con un sufijo que determina una exacerbación de la tendencia hacia el Yo. Recordamos que el Ego=Yo no es un problema sino una necesidad existencial, y atacarlo es un sinsentido. Cuando el Ego de uno de los que están en relación no está lo suficientemente fortalecido para adaptarse dinámicamente a las tensiones y distensiones de una vida compartida, aunque sea sólo por períodos como lo es el laboral o escolar, la posibilidad de sometimiento y generación de dependencia con el otro tiene alta probabilidad de convertirse en certeza. En este caso, la amenaza no está en el Ego sino en la variedad de desvíos de ese Yo hacia posiciones extremas, tales como egoísmo, egolatría, narcisismo, egoítis, egocentrismo o desconsideración. Otra forma de estar en una relación es con dos Egos fortalecidos, sin que sea necesaria una comparación de la calidad de los mismos, que definen una posibilidad hacia el crecimiento tanto mutuo como individual debido a que ninguno tiene la necesidad de demostrar cosa alguna. Pareciera ser que esta segunda alternativa sería más esperada o deseable que la previa; sin embargo, existen cuestiones que pudieran entorpecer el normal desarrollo de la relación.

Continúa…


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